¿Antrop(sic)ología de lo inútil? Reflexiones psicológicas acerca de qué hacer de las emociones en el trabajo de campo que no sirven para “el capítulo”

Valeria Giannuzzi
El Colegio de la Frontera Norte
Tijuana, 16 de Octubre de 2017
vgiannuzzidcs@colef.mx  

El proceso de investigación tiene momentos increíblemente divertidos y memorables, algunos de ellos son interesantes, otros muy difíciles. En la historia de vida de quien investiga, dicho proceso necesita ser interiorizado para poder ser entendido a muchos niveles, y no únicamente para los objetivos de una publicación. No es un caso que se utilice la identidad toda entera para decir de qué vivimos, no “trabajamos en una universidad”, sino que “somos investigadores”. Si es cierto que todo investigador de ciencias sociales necesita en algún momento de una recapitulación de la experiencia de campo, muchas veces no se reportan en los textos los procesos de atribución de sentido, de pensar las emociones, de reflexión y autorreflexión que no entran directamente en el objeto de estudio. ¿Qué hacer entonces de recuerdos, emociones y sensaciones que por razones de tiempo, espacio y criterios académicos parecen no tener un lugar adecuado?

¿De qué manera podemos reconocer las emociones (tanto en camino como a posteriori) y actuar consecuentemente para lograr un análisis profunda, honesta y que incluya la reflexión de nuestra propia experiencia?

Para contestar a estas preguntas, presentaré a continuación unas postales del trabajo de campo que realicé en Roma y en Londres con los migrantes de Bangladesh entre Abril de 2016 y Agosto de 2017[1], junto con unas notas de reflexión. Estas piezas, agarradas casi a caso desde carpetas reales y virtuales, diarios de campo, entrevistas, pláticas informales, son todavía muy vivas en mi memoria. No todo será útil, no todo entrará en la tesis.

La temporada de campo se cerró hace poco. Con las transcripciones aún por terminar, recuerdos que afloran de repente y un documento por escribir, es fundamental sacar cuentas con tanto material, y entender cómo y cuándo incluirlo en el corpus de un razonamiento coherente.

  • Diario de campo: Roma, 28 de mayo de 2016. “Voy a una fiesta multicultural de la escuela primaria de la colonia, lugar emblemático del barrio y del trabajo de integración que se hace desde las aulas, cada día. Cada año se reúnen las familias con la comida típica de los países de origen y los fondos recaudados van a financiar los proyectos de la escuela. Es un día soleado y placentero. Mientras platico cerca del banco bangladés, se acercan varias personas para tomar fotos con las mujeres, hermosísimas en su sari[2] de colores. Les digo que me encantaría ser elegante como ellas. En menos de media hora R., que había conocido pocos días antes de ese momento, me invita a su casa, me presta un bellísimo vestido, me maquilla y regresamos a la fiesta en donde ahora, todas las bangladeses quieren tomarse selfie conmigo y los italianos me miran como si fuera una “freak”. Veo una señora italiana ya mayor, vestida con ropa típica africana, me lanza una mirada cómplice”.

Más que la pena inicial, gana el sentimiento de valentía, y de acabar de utilizar una estrategia que nunca hubiera podido planificar. Gracias a esta mujer que me propuso vestirme como ellas, los demás vieron afuera mi deseo interior. Lo cual me hizo reflexionar sobre el manejo de las percepciones externas: todos somos extranjeros. La apropiación cultural es un tema muy delicado. Las situaciones siempre pueden ser leídas desde ángulos diferentes. Cuando vestía el traje prestado por R., he mezclado las cartas en la mesa, y cambié las distancias. Las mujeres bangladeses parecieron todas muy felices de verme así, se acercaban, me platicaban, era como estar vistiendo un canal para que ellas pudieran acercarse a mi. Los italianos, sin embargo, no parecieron apreciarlo, creo me consideraron irrespetuosa, rara, a través de sus miradas no me hicieron olvidar quien soy, que no aplico, que soy diferente. En otras ocasiones en donde habían muy pocos o ningún italiano, poco tiempo después, adaptar mi código de vestimenta se volvió una costumbre inmediata, tanteando en el terreno del encuentro cultural.

  • Diario de campo: Roma, 14 de junio de 2016. “Tenía cita con Priyesh para la entrevista, luego me cancela, luego me dice que vaya, pero tiene un problema. Decido ir. Después de todo, lo conozco desde hace años y nunca he visto donde trabaja. Llego a uno de estos miles de Bed & Breakfast escondidos en los viejos edificios reconvertidos de Piazza Vittorio, pegado a la columnata de la plaza. Priyesh está ahí, en la recepción. La jefa de Priyesh es china y se han peleado, y quieren que yo medie por ellos, los dos están muy enojados. Aunque la fascinación de estar viviendo en una novela de Amara Lakhous me agarra por unos momentos, recuerdo mi objetivo.”

Me sentía en una película, o bien en esta novela que tanto amo “Clash of Civilizations over an elevator in Piazza Vittorio”, estoy fascinada, me siento Indiana Jones en una parte de Roma poco frecuentada por los italianos, y descubro, se me perdone la banalidad, que ahí también la gente vive sus vidas, tiene sus dramas y victorias cotidianas. Reconozco el proceso de exotización que por tanto que quisiera evitar, ahí está. Y una vez reconocido, puedo actuar de consecuencia. Bien la curiosidad, mal el morbo. Reduzco la distancia alejándome. Reconociendo al Otro su “extraneidad”, sin por ello ponerlo arriba o abajo, sino a la par, y buscando constantemente el equilibrio de la relación a través de la conciencia de las formas implícitas de poder dadas por los roles, las proveniencias, las relaciones, las apariencias, el género.

  • Horas de grabación en las cuales se escuchan llamadas en bengali, entrevistados que discuten en su lengua sobre la respuesta apropiada que me van a dar durante una mediación, gente que pregunta “¿ella entiende?” que es, junto con otras pocas cosas, lo único que entiendo, y digo “no”, pero luego pienso que entender la palabra “entender” y responder que no, quizás sea un error.

Aprendí a tolerar la frustración de estar horas sin entender una palabra de lo que está diciendo la gente. (a no ser de que hablen de los días de la semana, o de alguna comida, en ese caso, si, entiendo). Aprendí a concentrarme en otras cosas. Observé como se disponen y hacen diferentes uso del espacio hombres y mujeres, hinduistas y musulmanes, jóvenes y ancianos. Cómo se tratan a las personas externas a la comunidad, sus fronteras a veces porosas, a veces visibles y físicas. De qué forma se vive el tiempo, y como está marcado por eventos. Cómo se empieza y termina una conversación, la manera de comer. No me aburrí nunca.

  • Diario de campo: Roma, 1 de julio de 2016

“El día del partido Italia-España estaba esperando a mi entrevistado Kamlesh, que me llama a la hora de la cita para decirme que había olvidado que había el partido y que llegaría después. En la espera, Italia mete su gol del 2 a 0 y un muchacho bangla sale gritando “Italia! Italia!” . Era la tienda de un barbero, habían unos 10 hombres, todos bangladeses, juntos alrededor de una pantalla, todos por Italia. Pasa una joven italiana que me dice “cómo si ahora hasta quieren apropiarse de nuestro equipo! Ellos no son italianos, que creen!” Le contesto algo cáustico, pero otra vez recuerdo el objetivo, sonrío y miro para otro lado.”

Estoy investigando, no estoy aquí para pelearme con una desconocida. Rabia. Control. Rabia. Me centro en otra cosa para no pensar en esta chica porque si, me hubiera encantado sentarme con ella y hablar. Por el partido, sólo hay una felicidad auténtica y sincera de que esta gente pertenece, el fútbol es un agregador sin iguales y en Italia, a veces, puede ser más importante tu equipo que el color de tu piel. Pienso que Kamlesh siempre se quedó pensando que se quería ir para Londres y nunca lo hizo, pasaron 20 años y aún seguía en Roma. Este partido tan importante me hace conectar con una frase que me dijo una vez cuando le pregunté porque él se había quedado: “No sé porqué sigo aquí. Puede que me hice más italiano de lo que quería, amo demasiado a este lugar”.

Parafraseando a Renzo Carli (2003), es fundamental en el trabajo que sigue la experiencia, la organización a través de categorías capaces de otorgar sentido a la relación, que concreta la experiencia misma. Es decir, “pensar las emociones” y las simbolizaciones afectivas o sea, los procesos que fundan la relación con el real como competencia metodológica para construir hipótesis acerca de la relación. En este sentido, el reto consiste en reconocer-se en relación con individuos, contextos, comunidades y, a partir de ello, insertarlas en el corpus teórico que hemos estado tejiendo antes y después de nuestro contacto con el campo.

No todo sirve para el capítulo, pero todo sirve al proceso de conocimiento.

Incluso leer y revivir el campo desde el escritorio, en una etapa necesaria de asentamiento de la experiencia, puede ser muy emocionante, capaz de enseñar cosas que cuando estábamos allá con cuerpo y alma todos enteros, no podíamos entender.

Reconocer y tomarse un tiempo para las muchas emociones por las cuales pasamos como investigadores, nos hace más conscientes, más capaces de organizar las informaciones, menos desubicados. Ignorar que la labor con las personas implica un gran trabajo emocional, tiene la consecuencia de un desgaste que presenta la cuenta a través de distracciones, malentendidos, huecos de razonamiento. Hace falta recordar que de humanos tratamos y humanos somos, y la fascinante complejidad que se desprende de este enlace, hace que no existan dos experiencias iguales, y por eso merece la pena estudiarlas.

La lógicas académicas implican entrega y cierre entro un marco necesariamente limitante, sin embargo, no se debe seguir confundiendo el concepto de útil en su derivación materialista, ya que la capacidad de insertar la conciencia emotiva en los conocimientos teóricos es quizás una de las metas más altas que como investigadores podamos perseguir.

[1] Todos los nombres de personas y lugares han sido alterados para proteger la privacidad de los sujetos;

[2] Traje típico del subcontinente indio;

3 comentarios

  1. Me ha parecido muy interesante el texto pero creo que por ahora estoy muy lejos de entender el punto/la idea(s) principal(es). ¿Cómo decides qué observar, qué anotar en la libreta o que priorizar al hacer etnografía? Saludos Valeria.

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    1. Muchas gracias por tu comentario Uriel. En el texto efectivamente no se dan soluciones de este tipo, creo que sea útil para eso recordar siempre el objetivo principal y la pregunta de investigación. Los ejemplos narrados son elementos etnográficos «inútiles» en el sentido de que no entrarán en el análisis principal. Sin embargo, sirven para entender los contextos, familiarizarse con las personas, crear enlaces y la confianza necesaria para una entrevista a profundidad. Y, sucesivamente, intentar otorgarle un sentido más orgánico en el razonamiento general, como corolario a otras hipótesis, gracias también a la capacidad de pensar las emociones. Saludos!

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  2. Muy buen post Vale. Aunque hice mi campo hace un año, cada vez que repaso mis notas y reviso las transcripciones de las entrevistas (de hecho soy muy celosa en cuanto a hacer yo misma las transcripciones) revivo todas las sensaciones que experimenté y que no podré incluir en la tesis porque no van al marco analítico. Sin embargo, como bien mencionas, es conocimiento no solo de los sujetos que estudiamos y los contextos, sino también autoconocimiento. Saber mi propio actuar frente a ciertas dinámicas observadas, escuchadas y vividas enriquece. Definitivamente.

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